Finlandia y la reinvención pedagógica
Si te gusta la marcha como a mí, ahora empieza la fiesta
A los 24, me fui de Erasmus a Finlandia con mi hijo de 4 años.
Allí vivimos casi 8 meses haciendo malabares entre las clases en la universidad, la guardería de mi pequeño, las prácticas en un colegio internacional y el voluntariado en la iglesia para recoger comida (sí, durante un tiempo en mi vida he tenido que pedir ayuda para comer, ¿y qué? Pues nada, pude trabajar mi humildad a niveles que hoy en día agradezco).
Además, no solo vivimos experiencias maravillosas e irrepetibles, sino que también aprendí que otra educación era posible.
Y volví con una idea entre ceja y ceja: crear un espacio donde transformar vidas desde la raíz.
Así nació Kids&Fun, un centro pedagógico en Vielha basado en el juego, el arte y la naturaleza.
Con la ayuda de mi expareja, montamos un centro precioso en el que durante 3 años llenamos de amor, diversión y valores los corazones de cientos de niños que pasaron por él.
Tres años de un sueño cumplido compartido en pareja, Tres años de excursiones, tardes inolvidables, talleres, cuentos, juegos, casales de verano, Navidad, Semana Santa y puentes Educando en valores también a mi pequeño.
Todo era perfecto.
La vida nos sonreía.
Pero la vida también tiene otra cara, y la mayoría de las veces no solo enseña con juegos…
…también enseña con golpes
Todo parecía en calma.
Pero la vida tenía otros planes…
Rebobinamos un poco…
Siempre fui una apasionada de la naturaleza, la montaña, la aventura, los retos con alma.
Me rodeaba de personas y amigos apasionados también de la escalada.
Me apuntaba a carreras, corría trails de montaña, media-maratones, acampaba en bosques, hacía vivac en cuevas o playas, esquiaba casi todos los días en invierno, saltaba en paracaídas, buceaba con tiburones y recorría islas en bicicleta.
Desde fuera, parecía que vivía un sueño.
Y sí, lo vivía. Pero no todo lo que brilla está bien por dentro…
Trauma, duelo y resiliencia invisible
Entonces llegó el gran trauma de mi vida
2015.
El año del silencio.
El año en que aborté.
Un bebé que ya sentía dentro.
Un hijo que deseaba, pero que no nació.
No fue una decisión libre. Fue una elección desde el miedo.
Miedo a quedarme sola otra vez. Miedo a no poder con todo.
El hombre al que amaba no estaba preparado.
Y yo… tampoco estaba preparada para otro abandono.
Así que fui yo quien dijo que no.
Y desde entonces, lo he llevado dentro. No en el útero. En el alma.
Un duelo callado. Invisible. Y devastador.
Un vacío con forma de hijo.
Que dolía cuando nadie miraba.
Montse bombera: fuego fuera, fuego dentro
Vayamos hacia el 2016
Me presento a oposiciones de bombera voluntaria de la Generalitat de Cataluña.
Un año de exámenes, pruebas físicas, psicológicas y médicas, me permiten entrar como única mujer en un grupo de 18 Bravos en la unidad del Valle de Arán.
Tras ese año de retos, toca un año más de escuela de bomberos.
Muy divertido aunque muy exigente.
Finalmente, 6 meses de prácticas en el parque y a finales de 2018 me nombran oficialmente Pompièra de Vielha.
No os lo perdáis… la mayoría de las veces, mi hijo tenía que venir con nosotros a clase…
Todo eso lo conseguí mientras dirigía el centro educativo, daba clases de extraescolares y trabajaba de maestra de inglés en un cole público.
Estaba en mi cima. Me sentía fuerte, Poderosa. Viva. Valiente.
La caída final y el renacimiento
Hasta que, en 2018, todo se vino abajo
Una persona conocida en el pueblo nos injuria y calumnia públicamente acusándonos de haber contratado a un pederasta.
Obviamente, no fue así.
Rumores y acusaciones totalmente falsas comienzan a rodar rápido.
Hago lo posible por denunciarlo, por defendernos.
Burocracia.
Todo queda en «una anécdota» pero el daño ya está hecho…
Mi pareja —también socio— saltó del barco
Demasiada presión, dice.
Me quedo sola frente a todo.
Y entonces...
Se me ocurre darle un nuevo aire visto que muchos papás y mamás del centro buscaban solución para los hermanitos menores:
Abrir una guardería bilingüe durante el horario de mañana.
(ejem, recuerdo que a todo esto… yo estaba trabajando también en un colegio, sacándome el nivel C1 de Aranés, estaba en prácticas de bombera en mis horas libres e intentaba ser una madre y pareja súper atenta, pues las sorpresas y aventuras que preparaba para los cumpleaños y días especiales, eran dignos de película de Holliwood).
¿Pero crees que todo terminó en que pude montar la guardería y comimos perdices viviendo felices?
Ja, ja… no
El Ayuntamiento cerró el centro.
Una puerta principal que, por lo visto, no cumplía con la normativa, tras tres años sin problemas…
Y la casualidad de que la guardería municipal estaba en la misma calle…
Como si de una película de terror se tratara, la directora del colegio en Vielha donde llevaba dando clases extraescolares de inglés a 60 alumnos desde hacía 4 años, me expulsó del colegio esa misma semana.
Una excusa burocrática.
Más mentiras.
Mirándome a los ojos sin temblarle la voz, un zasca muy doloroso:
«Quizás deberías centrarte solo en una cosa y dejar de abarcar tanto».
Un portazo sin más explicaciones.
Todo pasó en semanas.
Mi vida. Mi identidad. Mi proyecto.
Todo se derrumbó.
Y no por errores míos, (que también tuve algunos), sino por decisiones externas, envidias ajenas y silencios que duelen más que un grito.
El precio del poco amor propio…
Sí.
El precio del poco amor propio.
Obviamente, HOY, no me quedo callada, llorando en casa y teniendo que cogerme un crédito para pagar a trabajadores del centro, de las extraescolares y devolver el dinero a los padres.
Hoy las cosas hubieran sido de una forma muy distinta…
¡Y tan distinta!
Pero estamos hablando de Montse de 30 años.
Alguien a quien la vida aún no le había echado el cable necesario.
Así que no nos desmoronemos todavía… que aún queda drama para alguna lloradita más.
En casa la cosa no era mucho mejor…
5 años de relación para ese entonces.
Enamorada perdidamente de la idealización de mi pareja.
Una dependencia emocional enfermiza.
Celos y obsesión por haber perdonado infidelidades, engaños y pasado límites que parecía que no iban a cesar nunca.
¿Sabéis de esas personas que insisten en que el cibersexo con una chica del trabajo no es infidelidad? ¿Que borrar mensajes cariñosos de decenas de «amigas» es algo normal en cualquier pareja? ¿Que permitir que te traigan cruasanes al trabajo, te regalen sudaderas, gafas de sol caras y muchos más detallitos de admiradoras del pueblo no es de ser un Don Juan en toda regla?
Pues de ese nivel, Maribel.
Y no os lo perdáis, que quizá os suena esto:
«La culpa es tuya porque eres demasiado celosa y me agobias,
y por eso tengo que esconderte las cosas».
Pobrecita alma en pena. Qué lástima ¿verdad? Obligado a engañar a su pareja porque esta tiene la mala costumbre de mosquearse cuando se entera de un nuevo flirteo.
Y el problema es que no era únicamente infidelidad…

Las banderas siempre estuvieron ahí.
Gritos. Amenazas. Gaslighting. Ley del hielo.
Pero yo decidí ignorarlas…
Jolin, que me voy del tema…
Me había quedado en que me quedo sin nada
Con las fuerzas que me quedaban, recogí muebles, parquet, ideas y lágrimas…
Y monté una guardería en otro pueblo, empezando de cero.
Mi expareja me ayudó… cuando le convenía.
Porque el apoyo estaba condicionado a que entre nosotros todo fuera bien.
Si discutíamos, desaparecía.
La mayoría del tiempo yo estaba triste.
Lloraba por dentro. Me moría de inseguridad, miedo y baja autoestima.
Pero me mantenía de pie.
Firme como La Montaña.
¿Qué pasó con la guardería?
Mis nuevas socias, también profesoras del centro, encontraron otro trabajo 15 días antes de abrir y me quedé sola de nuevo frente a 4 familias enfadadísimas que ya no sabían donde dejar a sus bebés.
Os prometo que solo intentaba sobrevivir… Recuperar algo de la inversión.
Pero estaba agotada.
Ya apenas sonreía.
Durante años, perdoné cosas imperdonables.
(Y no solo hablo de mi expareja).
Y cuando empecé a romperme, la culpa también fue mía.
Tu carácter. Tu tristeza. Tus lágrimas. Tus pocas ganas de hacer nada.
Decían que todo era por mí.
Que él no podía estar bien porque yo no sonreía.
Y yo… llegué a creerlo.
2019, último empujón
Con las manos vacías tras años de trabajo e ilusiones perdidas…
Con el corazón en un puño y el hígado lleno de ira…
Me presento a las oposiciones de Educación Primaria, especialidad: Lengua inglesa.
3 meses intensos durmiendo una media de 5h diarias.
3 meses encerrada en casa únicamente preparando mi programación.
Sin ayuda.
Sin academias.
Solo yo, mi creatividad y el odio e ira que supe canalizar para accionarme.
Las aprobé en el primer intento, con muy buena nota.
Ahora sí, parecía que al menos ya podía respirar tranquila.
Pero…
Adiós a mi salud mental
2020. Llega el año que lo cambia todo.

(Aquí, ella aún no sabía que esa noche iba a ser un antes y un después en su vida).
……………………..
1 de febrero. El cumpleaños de él.
Unos chicos que me piropean por la calle. Una discusión brutal. Borrachera. Insultos. Desprecio. Empujones. Forcejeo.
Esa noche, entré en shock.
Y al día siguiente, empezó el infierno.
Ataques de pánico. Fobias. Miedo a todo:
a conducir, a comer, a dormir, a salir de casa.
Mi cuerpo dijo basta.
Trastorno de Estrés Postraumático.
Ansiedad paralizante.
Ataques de pánico diarios.
Trastornos intestinales.
Migrañas severas.
Depresión mayor.
Viajes al hospital.
Y más viajes al hospital.
Y más viajes al hospital…
A los tres meses, apenas me reconozco.
Quiero desaparecer.
Pero mi hijo está ahí…
Y ese es el único motor que me queda para seguir luchando.
Para empezar una carrera de fondo que me transformaría por dentro.
Ahí empezó mi mayor reto: volver a mí.
Fueron dos años y medio de lucha para ver la luz.
Terapia, mucha. Muchísima.
Psicología, homeopatía, reiki, medicina china, naturopatía… 32 pastillas al día.
Y oración… Horas al día de oración frente a mi altar budista.
A lo de arriba, a lo de dentro, a lo que fuera.
Vuelvo con mi pareja.
Promete protegerme.
Promete tratarse.
Promete ayudarme a salir de ahí.
Promete no beber alcohol nunca más en la vida.
Y mi hijo.
Mi sol.
Mi tesoro…
Termina sosteniendo un trabajo que no le toca: cuidando de mí, siendo mi paño de lágrimas, mi abrazo seguro, la persona que aún me mantenía en pie.
Pero sé que no puedo quedarme ahí. Sé que en cuanto lo acueste y la casa se sumerja en ese silencio insoportable, la soledad me va a devorar; que me miraré en el espejo y no reconoceré a la chica que me devuelve la mirada con los ojos hinchados, la piel pálida y la garganta hecha polvo de tanto llorar y fumar.
Laura
Y a finales de 2020… encuentro una ilusión
Tras meses sin poder subir a un coche, se me ocurre que quizá es el momento de cumplir un sueño que tenía desde adolescente:
Tener mi propia camper y recorrer el mundo junto a mi familia.
Quizás, de esa forma, consiga superar la fobia a conducir.
Me pongo a buscar y finalmente la encuentro.
Con esta nueva ilusión, recupero algo de energía y la dedico a camperizarla junto a mi pareja.
Nos pasamos meses con ella.
Y tras terminarla pasado un año y medio con la ayuda de una taller de camperización…
Quedó esta preciosidad.
Este sueño hecho realidad.
Ha merecido la pena todo el trabajo, la espera y el dinero invertido.
Ya tengo mi casita con ruedas.
Solo faltaba pasar la ITV.
Así que cojo hora para ello un 16 de Diciembre de 2022.
Y de camino a la ITV….
.
.
.
.
.
.
Un zorro que no quiero atropellar.
Un volantazo.
Un accidente montaña abajo.
A veces Dios destroza tus planes,
antes de que tus planes te destrocen a ti…
Ahora sí que ya empiezo a pillar el mensaje de la vida…
Vuelvo a encerrarme en casa
Comienza un largo periodo de lucha para que el seguro acepte arreglarla.
Mientrastanto en casa la cosa sigue igual…
Agravado porque desde 2021 mi pareja está luchando contra un cáncer en fase 3.
Doy lo mejor que me queda para apoyarlo.
Intento enmascarar mi ansiedad, mis fobias, mi tristeza… para sostenerlo a él.
Me cuido de su nutrición, me preocupo por su estado de salud a diario.
Leo, estudio y y me informo sobre el tipo de cáncer.
Apoyo su tratamiento con aromaterapia, homeopatía, cataplasmas con hierbas al vapor, masajes y mucho, mucho cariño.
Hago lo posible por realizar actividades en la naturaleza con él aunque mis miedos me paralizan.
Cambio de trabajo y me puedo permitir acompañarlo a todas las sesiones de quimio y revisiones en Barcelona.
Le preparo videoclips y lipdubs sorpresa con sus compañeros de trabajo.
Me vuelco al 100% en ayudarlo con su oposición.
Os juro que lo doy todo…
Pero me convierto en su saco de boxeo.
Impulsividad.
Agresividad descontrolada agravada por los tóxicos de la quimio.
«Pesada. Agobiante. Estorbo. Alma en pena. Estaría mejor si tú no estuvieras a mi lado».
Es lo que me recuerda a menudo.
Lloro a escondidas en mi habitación para que no me vea.
No aguanto más.
Cuando tengo el accidente él ya ha terminado el tratamiento, joder… podíamos empezar a viajar, a vivir…
Arán: la perra que me devolvió a la vida
Y entonces llega mi ángel de cuatro patas
Arán.
Gracias a ella vuelvo a salir sola a la calle.
Comienzo a tener una rutina más estable y saludable.
Vuelvo a hacer deporte tres o cuatro veces por semana.
Se me ocurre que podría adiestrarla de forma profesional para poder bailar con ella.
Lo he visto en un reel de instagram y me ha encantado.
Contacto con los adiestradores, Laura y Fermín, y comenzamos al día sigiente.
Todos los días la entreno unos 20 minutos.
Quedo impresionada con la capacidad de aprendizaje y la velocidad con la que entiende las órdenes.
Arán trae alegría a la familia,
Incluso Brownie, mi gatito de 9 años la acoge como una más.
Biodescodificación: entender para liberar
Y llega el 2023
Tras meses de conexión y vínculo con Arán, nos hacemos inseparables.
Comienzo a salir sola con ella por la montaña.
¡Incluso vuelvo a subir el Montcorbison sola! Mi montaña preferida del Valle.
Cada día me siento un poco más libre, más fuerte.
Continúo en terapia, por supuesto. Ya no son 32 pastillas, ya son la mitad… Y poco a poco voy realizando trayectos más largos sola en el coche.
Aunque sigo triste puesto que parece que mi casita con ruedas va a tener que esperar mucho tiempo antes de volver a rodar…
En Abril, comienzo BIODESCODIFICACIÓN como nueva terapia para reconocer heridas del pasado, patrones y poder llevarlo todo al consciente.
Descubro cosas inimaginables que liberan algo en mí…
En Junio, tras una pelea y la súplica de mi hijo, me voy de casa.
Rota.
Enamoradísima del hombre que más me había herido.
Y con un hijo que merecía una versión de mí que ya no recordaba, pero que estaba dispuesta a rescatar.
Como fuera.
Desde el suelo, con el alma en carne viva y las manos temblando, empecé a reconstruirme.
Nuevos ángeles llegan a mi vida.
Amigas incondicionales.
Constelación familiar,
Reconexión con mi padre.
Ese padre estricto que siempre me había juzgado.
Camino de Santiago junto a mi hijo.
Pero no puedo dejar de pensar en él…
Todo un verano sin vernos, ni siquiera ha venido a ver a mi hijo, «a nuestro hijo»
Yo, todo un verano arrepentida por haberme ido.
Él, diciéndome que se sentía liberado y feliz.
Yo, suplicándole volver.
Él, conociendo a nuevas chicas.
Yo, queriéndome morir.
Y entonces…
La petición que hice en Santiago trae una respuesta
20 de Agosto de 2023, me dispongo a volver del camino con aires renovados.
Vuelvo a sentirme valiente e ilusionada.
¡Lo he conseguido!
Ahora ya estoy lista para ser la pareja que ÉL necesita.
Ya no lloro. Ya no me quejo.
Este verano he podido trabajarme y desde este nuevo punto, podemos darnos una nueva oportunidad.
(Sí reina, rey, ese era el «nivel de evolución » que había alcanzado… Nótese mi ironía).
Preparo las maletas. El 22 me vuelvo para el Valle…
Ah… la petición, es verdad.
A la llegada a Santiago de Compostela, tras la lloradita obligatoria frente a la catedral, mi hijo y yo nos adentramos entre sus muros para admirar ese majestuoso edificio por dentro.
Ahí, me topé con una especie de capilla con velitas, solitaria y apartada del bullicio.
Me arrodillé, encendí una velita y con mis manos en el corazón, cerré los ojos.
«Quién sea que haya ahí arriba, luz, universo, Dios… Os pido que me asistais en estos momentos delicados. Ayudadme a saber qué decisión tomar, mandadme una señal clara. Si no tengo que volver con mi expareja, ponedme muy difícil nuestro acercamiento, hacédmelo saber. Si hay alguien más que sí merezca mi amor y cariño, si hay alguien que me vaya a cuidar, a amar, a proteger y a respetar, atraedlo a mi vida, pues sé que sino, no seré capaz de aguantar sin volver a casa…
Y si por el contrario, nuestra historia juntos aún no ha llegado a su fin, aplanadme el camino de vuelta a casa, señalizádmelo con claridad, sin obstáculos.
Hecho está. Gracias, gracias, gracias.»
Al día siguiente, durante el viaje en blabacar de vuelta a casa, BUM.
Discusión con mi ex porque le digo que vamos a volver esa semana y él me dice que no va a estar, que se va con sus amigos a la playa y Port Aventura.
Yo entristezco puesto que no ha visto al niño en los dos meses de verano y empieza de nuevo el cole en 15 días.
Le había prometido llevárselo a hacer motos de agua y pasar un finde en la playa juntos, pero por lo visto, no iba a poder ser.
Vuelvo a ser una controladora, pesada, agobiante. Vamos, que no he cambiado.
Al llegar a casa, lloros de nuevo. Tristeza. Dudas, Indecisión.
¿Qué hago?
Bueno, voy a ir preparando las maletas igual. Cuando nos vea, todo va a ser diferente.
Lunes 21, me entra un mensaje de instagram.
Un antiguo conocido de cuando teníamos 20 años me pregunta qué tal estoy.
Lo recuerdo muy atractivo, alto, fuerte, guapo… No entiendo muy bien por qué este contacto tras 10 años sin saber de él.
Charlamos durante un buen rato,
Ha estado siguiendome en mis publicaciones durante el Camino.
Me habla de su situación y de por qué él ha vuelto a su nido también.
Me invita a una horchata.
Acepto.
Esa misma tarde porque «mañana me voy» claro
Quedamos frente a su casa.
Lo primero que veo cuando aparece, es una sonrisa preciosa y unos brazos abiertos.
¡Joder, qué alto es!
Me abraza y yo me quedo como extasiada, puesto que no me esperaba un recibimiento así.
La horchata se convierte en piscina en su casa, La piscina en cena romántica. La cena en charla hasta las 6 de la mañana en el sofá de su casa…
Y bueno, desde ese momento… decidí que eran demasiadas las SEÑALES para quedarme.
Hoy, a su lado tras dos años de un maravilloso noviazgo, en el que ha habido mucha comprensión por su parte, pues yo he tenido cientos de recaídas y secuelas de la dependencia emocional, mi vida ha dado un giro de 180 grados.
Renace conmigo: nace una escritora
Y comencé a escribir. Primero, como algo terapéutico, pero después me di cuenta de que podía ayudar a muchas personas…
🌱 De ahí nació La Montaña.
Una novela. Un espejo. Un grito. Un abrazo.
Una historia que es ficción… pero también es verdad.
Porque muchas de sus páginas se escribieron con lágrimas.
Con rabia. Con memoria. Con fe.
Y con una promesa:
que ningún dolor mío iba a quedar en vano.
Hoy escribo, acompaño a autores a publicar libros con alma, doy talleres y acompaño a través de mis RRSS @renaceconmigoahora a mujeres (y hombres) que están cansados de fingir que están bien.
Gente que quiere volver a sí misma.
No desde el postureo, sino desde la cicatriz.
Porque no se trata de salir ilesa.
Se trata de salir viva.
Y más tú que nunca.
Sigue doliendo.
Sigue el contacto 0.
Siguen los sueños por la noche.
Sigue llegándome su olor a veces.
Sigo estremeciéndome cuando escucho su voz.
Sigo necesitando terapia semanal.
Pero hoy ya no dudo.
Hoy no soy solo Montse.
Soy madre, maestra, bombera, escritora, guía.
Y soy la prueba viviente de que el amor propio —aunque llegue tarde— lo cura todo.
Si estás aquí, quizás tú también estés lista para volver a ti.
Como las montañas, podemos soportar tormentas, fracturas y desprendimientos… y, aun así, permanecer en pie. Quizá heridas, quizá cambiadas, pero firmes. Y como las montañas, también somos raíces. Lugares a los que volver. Puntos de partida.

Montse López
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